miércoles, 28 de abril de 2010

Un Hombre en el Hogar

Pretendo inaugurar una sección con este nombre porque he vuelto a vivir solo y por tanto a enfrentarme, con un espíritu mucho más creativo que la otra vez, a los problemas de intendencia en el hogar, mi nuevo hogar, en el que vivo con una planta, cuyo bienestar es, por cierto, uno de mis asuntos pendientes.
Aún con miedo de ser políticamente incorrecto, diré que pienso que las chicas llevan una carga de prejuicios y de experiencias transmitidas a través de sus madres acerca de cómo se organiza una casa que suponen una pesada carga y un obstáculo. Los "nuevos marujos" podemos aportar una visión fresca, no anclada en las tradiciones y "científica", aplicando las tecnologías y los productos de nuestro tiempo. Sirva de ejemplo: la mopa. Ya he encontrado varias chicas que al mismo tiempo que reconocen sus virtudes...¡se niegan a utilizarla! Otro error de fundamento: "Hay que limpiar al menos una vez a la semana". Este aserto es falso. Lo he comprobado científicamente. Si no se limpia una semana, no pasa nada. No he observado ningún fenómeno que me haga pensar que se va desplomar el techo o algo por el estilo, sólo ciertos malos olores a partir de la cuarta semana.
Para empezar les ofrezco la receta de los "Garbanzos a la Ligera", que preparé ayer. La ligereza no viene por el lado de los garbanzos, obviamente, sino porque me lo inventé todo sobre la marcha. Cogí caldo de pollo de tetrabrick y lo puse en el único caldero de que dispongo, el mismo en el que caliento la leche y el agua para el té y el arroz. ¿Cuánto? Un chorro. Observo con preocupación que en los supermercados se consiguen las cosas en tamaño familiar antiguo, basados en un concepto a veces casi romano de la familia. Los fabricantes deberían comprender que la nueva familia es también el solterón/a empedernido/a (ahora llamado singuel) o cada uno de los cónyuges separados con su régimen de visitas. En cualquier caso, lo que sobra, al congelador si no lo vamos a gastar en unos días. Seguimos. En ese caldo puse un tomate pequeño a trozos y tres dientes de ajo escachados (los escaché porque pensé que así soltarían mejor su sabor). Probé el caldo y sabía un poco a ajo y nada a tomate por lo que no sé si decirles que le pongan más tomate o ninguno en absoluto. Lo tuve un tiempo al fuego. ¿Cuánto? Un rato. Como los pellejos del tomate no se desprendían como tenía previsto lo colé y me deshice tanto de lo grueso del tomate como de los dientes de ajo, que ya habían cumplido su función. Luego cogí chorizo troceado, del que viene para estas cosas, y lo añadí al caldo. El calor hizo que enseguida se propagara su potente sabor. Después se cogen garbanzos de bote, que se enjuagan tal como ponen las instrucciones, y se añaden al caldo. No hace falta dejarlos mucho más en el fuego porque ya vienen guisados. Por cierto, que había uno negro. Yo pensaba que esas cosas ya no pasaban.
Se me criticará que uso demasiados productos "de bote". Que los productos naturales son mucho más sanos y bla, bla, bla... Cierto, la cocina con buenos ingredientes es mucho más sabrosa, pero en mi defensa diré (uno) que para hacer estas chapuzas es una pena usar buenos ingredientes. (Dos) ¿de qué sirve comer más sano y vivir más tiempo si lo tiene uno que perder pendiente de que se guisen unos garbanzos o revolviendo un caldo para que coja buen cuerpo? Sumen y resten. Sean científicos, lo que multiplica arriba se va con lo que divide abajo y nos quedamos igual que estábamos.
Esto ya está listo. ¿Queda bien? ¿A qué sabe? No lo sé. Lo tengo en la nevera para comerlo hoy en el almuerzo. Pienso añadirle unas papas no exactamente fritas sino hechas con poco fuego y que se queden como sancochadas pero con aceite. El aspecto, seamos sinceros, no es bueno. Se ha formado una capa superficial con el pimentón del chorizo y otra más profunda con el caldo. Al calentarlo espero que vuelvan a unirse. Me temo, además, que me entusiasmé con el chorizo. Sin embargo, a priori me parece un plato recomendable para una cena romántica, por dos cuestiones, primero porque a la luz de las velas, el aspecto va importar poco, y segundo, porque si bien es difícil que un plato con garbanzos resulte fino, sí que es muy viril. No deja lugar a dudas sobre por qué estamos allí, que no es para cenar, precisamente.

3 comentarios:

Calamardo dijo...

Apoyo la afirmación sobre la virilidad de los garbanzos. No ha lugar a dudas, donde hay garbanzos no hay sitio para la poesía.

Riforfo Rex dijo...

Me permito aportar otra ventaja de la cena romántica con velitas: la falta de luz permite ocultar el aspecto del guiso.

Anónimo dijo...

Me quedo anonadad@ con tu arte culinario. Tu receta representa la idiosincrasia de la "nueva cocina" como una interpretación básica pero exacta de nuestra nueva sociedad y el rol que en la misma ocupamos....
Todo esto quiere decir que... pánico me das en una cena "romántica"...
En cuanto a lo de que algo huele mal después de cuatro semanas sin limpiar... el caldero de los garbanzos sigue en la nevera????