Hay nieve que nace en las hogueras.
Donde lo demás desaparece
y se vuelve humo
ella se alza frente a la nada,
al escalofrío
y la pesadumbre,
y toma la forma de los parientes pobres del frío.
No hay enano que no se sobrecoja
ante el rumbo olímpico de las briznas que interrumpen el vuelo cetrino
de nuestras miradas perdidas en la tarde de abril,
en las lunas al oeste de las olas,
en que cambió de rumbo el vuelo de las aves.
Si me dices dónde queda la puerta de Orión
con la que sueñan las ovejas
te mostraré el camino incierto,
garabateado sobre un mapa en piel de santo,
que nunca deberás seguir.
Lleva a un adjetivo ajustado,
como un guante de piel de cabritilla,
por un autor indecente
y calvo como la luna.