domingo, 27 de noviembre de 2016

El Alter Ego de Cupido, de Jonathan Hernández

Mostrando IMG_20161122_202839.jpgEl pasado martes presentó en el Palacete Rodríguez Quegles su primera novela el joven escritor palmero Jonathan Hernández. Escribo esta nota sorprendido por el desparpajo, la frescura y la ilusión que transmitió el autor.

Mostrando IMG_20161126_102329.jpgPara empezar, no se amilanó ante la escasez de público. Nos explicó qué es su novela “El alter ego de Cupido (La Cabra del Amor)”, de qué trata, cómo y cuándo la escribió y cómo la está promocionando. Y esto, que parece tan lógico no lo es tanto. ¿De cuántas presentaciones de libros hemos salido sin saber de qué va aquello? De muchas. No es el caso. Bravo.

La novela no es fácil de conseguir, porque, desgraciadamente, la distribución está siendo lenta debido a la modestia de los medios. Ha sido una producción que Jonathan Hernández describió como “artesanal”.

Según lo que pude entender a su autor, es una historia de amor tratada con mucho humor y donde participa una cabra-cupido, entiendo que a la manera de una superconciencia de alguno de los personajes. El autor pretende narrar una historia donde aparecen los universales sentimientos y situaciones que se dan en la pareja, en este caso de dos chicos, huyendo de guetos y encasillamientos. Todos, en un momento u otro de nuestras vidas hemos sufrido las flechas de la cabra.

A pregunta de un asistente Jonathan Hernández explicó el proceso creativo concreto, la “metodología” de escritura. Un método, o falta de él, pleno de espontaneidad y levedad (en el sentido calvinista). La novela ha sido escrita en la noche. En no pocas, los personajes han dictado la historia al autor hasta el amanecer, desviándolo de las líneas que éste había planeado. Ellos han tomado la palabra y han escrito su historia. Una envidiable manera de crear.


miércoles, 23 de noviembre de 2016

Librería Azulia, en Las Palmas de Gran Canaria

A las librerías hay que tenerles el respeto que se profesa a los templos. Normalmente el ambiente es de recogimiento. Los deambulantes pasan por la girola, habitualmente en soledad, atentos a los títulos, y cuando lo hacen en compañía, hablando entre sí sin estridencias. No suele haber mala gente en las librerías, cosa que no se puede asegurar cuando va uno al estadio o se mete en una guagua. En Las Palmas (de G.C.) van quedando pocas y nuestro deber es amarlas y respetarlas hasta que la muerte nos separe. 

Hay una librería pequeña de tamaño y grande de espíritu que se encuentra en la calle Venegas, número 10, y que se llama Azulia. Me veo en la obligación de hablar de ella en mi modesto blog, sabiendo que tendrá nula repercusión, pues en esta ciudad nadie me lee, aunque me consta que soy muy seguido en Asia y otros lados del Japón.

Azulia es un proyecto de José Luís González Ruano y se presenta enfocada a la literatura de viajes y ecológica. En mi opinión, además de su sección temática tiene una selección cuidada al extremo de todo tipo de literatura. La impresión que tengo en ella es la de encontrarme en la biblioteca de un particular de amplio, exquisito y agudo criterio. Hay una preselección de títulos que, lejos de limitar nuestras opciones, las multiplica. Es difícil pasar allí más de diez minutos y no tener en las manos ya dos o tres sugerencias de lectura. Y no hace falta mucha suerte para que el propio José Luís González Ruano se nos acerque ejerciendo de librero a la vieja usanza, no como mero cobrador.

Por si todo esto fuera poco, en Azulia se organizan actividades de promoción cultural a las que conviene estar atentos. Estoy seguro que los palmenses somos hoy un poco más envidiados por las gentes del Japón.






sábado, 19 de noviembre de 2016

Mientras haya bares, de Juan Tallón

Mientras haya bares es un título maravilloso. Porque bares habrá siempre. Antes desaparecerán las tiendas de tatuajes, los dinosaurios, las librerías, la calvicie y la publicidad. Es un título que, frente a este agotamiento de fin de ciclo que se respira por todas partes, no tiene previsto ningún final catastrófico, sino la mansa continuidad de nuestra más sana costumbre: la de tomar una cerveza en conversación con los amigos.

Es, además, un título participativo, porque puede verse como una frase incompleta que invita al lector a continuarla según su inspiración o necesidades. Mientras haya bares, te amaré. Mientras haya bares, tendré un sitio donde sentarme a tomar notas. Y así tantas como se quiera.

También se puede dejar tal cual, pendiente para siempre, como una puerta abierta a cualquier posibilidad.

Los títulos no deben ser tomados a la ligera. Algunos, como este, prometen. Dan esperanzas de encontrar en el libro una continuidad feliz a tan buen principio. Otros nos amenazan, como porteros con pirganillo, de que no están hechos para nosotros, de que estamos excluidos de tan exquisitos antros.

Otros títulos, sólo por su estructura, causan un rechazo inicial difícil de vencer, como el mal aspecto de un buen plato que ya nunca probaremos. Me pasa con los que contienen un “que” del tipo “El viejo que...”, “La ranita que...”, “El XXXX que YYYYY”. La segunda parte puede alargarse desesperantemente. Quizá en lenguas nórdicas esas largas colas queden reducidas a una palabra razonable, con sólo tres o cuatro prefijos y dos o tres sufijos. En español son, directamente, una mierda de títulos que no veo manera de justificar.

Juan Tallón escribe que “la literatura solo precisa de alguien superado por lo que lo rodea, y unas cuantas frases”. Y de estas perlas están llenos sus textos. Literatura y fe. Fe en la literatura, con citas continuas a los patriarcas. Y la perplejidad de los hechos de la vida diaria, vistos desde la literatura, que es para él (se lo he oído y creo comprenderlo así) la manera de tener una apreciación del mundo y las cosas que pasan.

Tengo mis dudas de que la literatura sólo precise de alguien superado por lo que lo rodea y unas cuantas frases. Me parece necesario, pero no suficiente. También hará falta, digo yo (no Juan Tallón), alguien que tenga las cincunvoluciones empapadas en literatura, cosa que no sabemos si se hace o con la que se nace, pero que, en cualquier caso, es causa o consecuencia de la lectura desesperada de los patriarcas.

Y no quiero contar más, ser descriptivo, como un libro de plantas con su afán taxonómico. Y no es por fastidiar, sino por casi lo contrario. El que quiera, que hojee el libro en su librería de cabecera, con su librero de confianza o en la biblioteca. Prefiero sembrar la bruma que pasarme dando opiniones propias. Aunque soy el primero, lo reconozco, que salgo desconcertado de esas presentaciones de libros tan extrañas y, sin embargo, corrientes de donde sales con una idea tan clara como con la que entraste.