sábado, 19 de noviembre de 2016

Mientras haya bares, de Juan Tallón

Mientras haya bares es un título maravilloso. Porque bares habrá siempre. Antes desaparecerán las tiendas de tatuajes, los dinosaurios, las librerías, la calvicie y la publicidad. Es un título que, frente a este agotamiento de fin de ciclo que se respira por todas partes, no tiene previsto ningún final catastrófico, sino la mansa continuidad de nuestra más sana costumbre: la de tomar una cerveza en conversación con los amigos.

Es, además, un título participativo, porque puede verse como una frase incompleta que invita al lector a continuarla según su inspiración o necesidades. Mientras haya bares, te amaré. Mientras haya bares, tendré un sitio donde sentarme a tomar notas. Y así tantas como se quiera.

También se puede dejar tal cual, pendiente para siempre, como una puerta abierta a cualquier posibilidad.

Los títulos no deben ser tomados a la ligera. Algunos, como este, prometen. Dan esperanzas de encontrar en el libro una continuidad feliz a tan buen principio. Otros nos amenazan, como porteros con pirganillo, de que no están hechos para nosotros, de que estamos excluidos de tan exquisitos antros.

Otros títulos, sólo por su estructura, causan un rechazo inicial difícil de vencer, como el mal aspecto de un buen plato que ya nunca probaremos. Me pasa con los que contienen un “que” del tipo “El viejo que...”, “La ranita que...”, “El XXXX que YYYYY”. La segunda parte puede alargarse desesperantemente. Quizá en lenguas nórdicas esas largas colas queden reducidas a una palabra razonable, con sólo tres o cuatro prefijos y dos o tres sufijos. En español son, directamente, una mierda de títulos que no veo manera de justificar.

Juan Tallón escribe que “la literatura solo precisa de alguien superado por lo que lo rodea, y unas cuantas frases”. Y de estas perlas están llenos sus textos. Literatura y fe. Fe en la literatura, con citas continuas a los patriarcas. Y la perplejidad de los hechos de la vida diaria, vistos desde la literatura, que es para él (se lo he oído y creo comprenderlo así) la manera de tener una apreciación del mundo y las cosas que pasan.

Tengo mis dudas de que la literatura sólo precise de alguien superado por lo que lo rodea y unas cuantas frases. Me parece necesario, pero no suficiente. También hará falta, digo yo (no Juan Tallón), alguien que tenga las cincunvoluciones empapadas en literatura, cosa que no sabemos si se hace o con la que se nace, pero que, en cualquier caso, es causa o consecuencia de la lectura desesperada de los patriarcas.

Y no quiero contar más, ser descriptivo, como un libro de plantas con su afán taxonómico. Y no es por fastidiar, sino por casi lo contrario. El que quiera, que hojee el libro en su librería de cabecera, con su librero de confianza o en la biblioteca. Prefiero sembrar la bruma que pasarme dando opiniones propias. Aunque soy el primero, lo reconozco, que salgo desconcertado de esas presentaciones de libros tan extrañas y, sin embargo, corrientes de donde sales con una idea tan clara como con la que entraste.

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