jueves, 21 de diciembre de 2023

Suite Francesa, de Irene Némirovsky

 La edición que he manejado de Suite francesa, la novela inconclusa de Irene Némirovsky, se complementa con unos textos adicionales, a saber: sus reflexiones mientras escribía, encontradas en un cuaderno manuscrito, y un manojo de cartas ajenas a su mano.

Ella había sido detenida y llevada, en principio, a un campo de concentración en el interior de Francia. Su marido, familiares y amigos escribieron cartas desesperadas intentando averiguar dónde se encontraba y en qué estado. Apelaban a cualquier autoridad o contacto que pudiera darles información. No tuvieron éxito.

Tres clases de textos, tan distintos, conforman un todo incontrolable y desconocido para la autora de la novela. Desgraciadamente, ella nunca tendría acceso a esta especie de corpus sobreliterario que aumenta la novela, o la reduce, o la condiciona, o la altera, o la complementa o la destruye. Los dioses de las letras operan un milagro fuera del alcance de lo humano. Ellos, no sienten ni padecen, se despreocupan tanto de las supernovas que engullen sistemas planetarios enteros como de los prados en que se convirtieron  los viejos campos de batalla de nuestra Europa.

Irene, desde su tiempo, detenido bárbaramente, me ha proporcionado una visión distinta de la ocupación alemana de Francia. No supo que la ocupación, que en su tiempo le pudo parecer definitiva, acabó retirándose como la ola de un tsunami. Y su mirada, con su correspondiente grado de crítica, se dirige más hacia los franceses que hacia los alemanes que acabarían asesinándola por ser judía.

Empieza la novela con un mosaico de escenas. Diferentes tipos humanos y familias, de diversas clases sociales, huyen de París ante el avance de las tropas alemanas. Las mezquindades en las que caen, o de las que toman conciencia, se mezclan con pocos, pero algún, crecimiento personal en la desgracia. Comento una escena.  Primero debo indicar que la palabra escena está bien traída a tenor de las propias reflexiones de la autora que cree, no soy exacto en este comentario, con razón, que la novela es como una película, una sucesión de escenas que se pueden visualizar en la mente del lector. En esta escena, incluida hacia el primer tercio de la novela, un cura conduce a un grupo de muchachos huérfanos en su huida de la ocupación y sucede un hecho memorable. En estas páginas, magníficas, Irene Némirovsky, equilibra la contención y la valentía.

La palabra relato se ha cargado de toneladas de significado. Parecen habernos hecho creer que el relato crea la verdad y no que la verdad nace del relato. Quizá nos hagan creer que la verdad no existe y los relatos sí.

En cualquier caso, decía que el relato asumido, al menos por mí, creó la imagen de una Francia heroica en la que la palabras resistencia, Radio Londres o de Gaulle afloran sobre otras como Pierre Laval, Philippe Pétain o régimen de Vichy, estas últimas, escondidas hoy bajo las alfombras.  Pero cuando Irene Némirovsky escribió Suite francesa, Francia estaba ocupada y lo que su historia refleja es la resignación propia de quien ha sido derrotado y asume que la historia ha dado un vuelvo irreversible. Como digo, ni los franceses en aquel momento, ni la autora, sabían que las cosas cambiarían en unos cinco años.

La novela refleja cómo los soldados alemanes se alojaron en las casas de los franceses, ocupándolas en una convivencia con cierta caballerosidad forzada, de la que Irene Némirovsky da una visión incluso romántica. Sus dardos se dirigen más hacia los franceses que hacia las tropas ocupantes. Nos cuenta, bien que de soslayo, la oportunidad que los más mezquinos tuvieron de denunciar a sus vecinos ante la nueva autoridad alemana por delitos reales o supuestos y liquidar así viejas rencillas y rencores. Un episodio que tanto recuerda nuestros años de plomo en España. Esta cierta asunción de la derrota quizá tenga algo que ver con que el personaje más combativo con los alemanes es una vieja realmente antipática.

   Este corte en la historia que supone Suite francesa es fundamental para hacer de su lectura hoy
un monumento a lo que la novela aporta para hacernos reflexionar sobre la apreciación que hacemos del pequeño lapsus que nos ha tocado vivir, y de cómo lo podrán mirar otros, o nadie, en el contexto de esta cosa viscosa, inasible que no podemos palpar y nos envejece, que es el tiempo.



domingo, 15 de octubre de 2023

El verdadero nombre de las cosas

 No es por todos conocido que el entrenamiento primero de Jean-François Champollion en el desciframiento de mensajes arcanos se produjo en el mercado de frutas y verduras de su localidad natal, Figeac. Su padre, librero, lo enviaba a hacer mandados, confiando ya en el criterio del niño para elegir las mejores compras en un mercado, por otro lado, plagado de aviesos mercaderes dispuestos a dar gato por liebre. La ínfima cultura de los vendedores garantizaba una cartelería indescifrable para una persona culta, llena de faltas de ortografía o de transcripciones más o menos fonéticas del verdadero nombre de las cosas.

La frontera, por tanto, entre el verdadero nombre de las cosas (si tal existe) y aquel por el que a ellas se referían era especialmente difusa en los mercados de Figeac. El joven Jean-Francois aprendió de chico a lidiar con la evanescente referencia a las cosas, la brumosa e inabarcable combinación de símbolos cuando se deja al albur de la falta de normas o, quizá, bajo la organización de unas normas que se desconocen.

Averiguar la procedencia de las papas fue, en verdad, una escuela para
desencriptadores.

domingo, 1 de octubre de 2023

El rastro en letras de aquel mundo

 


En un recodo de la biblioteca de mi padre me he encontrado con Azorín. El color amarillo de las páginas, su olor cargado de humedad, forman parte de la misma memoria que evocan las palabras escritas. También esta casa donde leo a Azorín es de piedra y madera y tiene más de cien años, como las que describen estas hojas, aunque no esté en Castilla la seca, eso no, sino en las medianías de nuestra isla.

Son dos líneas contrapuestas y, sin embargo, armónicas las que leo. Por un lado, el regeneracionismo propio de su tiempo, expresado con la crítica a los modos antiguos de cultivar la tierra y producir en los campos de Castilla. El hombre castellano mantiene tradiciones improductivas, no imagina ningún tipo de cambio. El hombre de Levante, según Azorín, por contra, tiene un carácter bien distinto del hombre de interior, es alegre y es dinámico, por tanto, está dispuesto a cambiar y modernizarse.

Pero estos análisis son lo que menos cala en mí, por mucho que tengan un peso objetivo que casi se pueda medir. Y es que Azorín no es Unamuno. Aunque relacionados ambos en la misma nómina de autores del 98, son tan diferentes como inigualables. La energía combativa de D. Miguel no está, ni debe estar, ni, a mí, desde este rincón de mi tiempo, me interesa que haya estado, en Azorín. D. José, aunque del Levante (nació en Monóvar), es el castellano que él mismo critica. Más enamorado, si cabe, que D. Quijote de Dulcinea, su prosa se pasea meditabunda, añorando el S XVII, hermosa y errante por las Lagunas de Ruidera, por entre molinos de viento, por los polvorosos caminos que recorrieron aquellos dos. Las tradiciones que se describen, las casas antiguas, los viejos usos son mimados por este supuesto regeneracionista con palabras como algodones que no entendemos porque, intuimos, son de otro tiempo y lugar. Son palabras de gentes para hablar de sus trabajos y sus días, de sus herramientas, de sus paisajes y su clima. Son gentes que acabaron barridas por la historia. Gracias a Azorín queda el rastro en letras de aquel mundo.

sábado, 9 de septiembre de 2023

Odisea del perroflauta


Querido Georges:

Sé lo que esperas de mí: un sí o un no, algo parecido a un veredicto, culpable o inocente. Si hay culpa, el castigo siempre es simple. 

Georges, hemos llegado a muchos acuerdos tácitos. Me doy perfecta cuenta de que no le prestas atención a los argumentos que te doy para llegar a mis conclusiones. Posiblemente ni los leas. Eres un hombre de mundo y de negocios, con muchas tareas, con muchas llamadas, con muchos correos y "whatsapps", con unas nóminas que pagar a fin de mes de las que dependen un puñado de familias.

Me parece bien que no hagas lecturas atentas de mis informes. No dejaré de exponerte el porqué de mis conclusiones. Algún día, quizá, las reúnas en un tomo que alguien hojee con un poco de cuidado. He estado a punto de escribir "con el cuidado que merecen" pero soy un simple lector, trato de apartar mi ego. Mientras tanto, tu desinterés lo acepto como un gran elogio. Depositas en mi criterio una confianza que yo no tengo.

Pero quiero que LEAS ESTO. TE LO PONDRÉ EN MAYÚSCULAS PARA VER SI NO TE LO SALTAS. PROCURARÉ QUE NO PUEDAS BUSCAR LA CONCLUSIÓN CON ESA LECTURA RÁPIDA QUE SOSPECHO QUE HACES DE CASI TODO, CON LA QUE DEBES SALTAR LA VISTA DE CUATRO EN CUATRO O DE CINCO EN CINCO PALABRAS.

ESTA CIUDAD ES PEQUEÑA. NO ES TAN RARO QUE ALGO ASÍ HAYA SUCEDIDO.  QUE ME DES UN MANUSCRITO ENTREVERADO ENTRE VARIOS, QUE SÓLO PUEDO LLAMAR BODRIOS, Y QUE RESULTE QUE ES UNA OBRA DE ARTE HECHA POR ALGUIEN QUE DE ALGUNA MANERA CONOZCO Y QUE ME HUBIERA GUSTADO NO HABER CONOCIDO. ME REFIERO AL TAL FRANK PÉREZ Y SU "ODISEA DEL PERROFLAUTA". NO SABÍA QUE ESCRIBÍA, NO TENÍA NI IDEA. ESTARÁS PENSANDO EN DEJAR DE LEER EL RESTO DE ESTE MAIL PORQUE YA TIENES ESE "SÍ" QUE NECESITAS. NO ES TAN FÁCIL, GEORGES. SI LO PUBLICAS DEBES SABER QUE VAS A VENDER MENOS EJEMPLARES QUE DE ESOS LIBROS SOBRE CULTIVOS TRADICIONALES DE NO SÉ SABE QUÉ, EN PUEBLOS PERDIDOS, QUE COMPRARÁN EL AUTOR Y CUATRO PELAGATOS MÁS. A ESTAS ALTURAS, ENTONCES, HABRÁS ESTIMADO QUE LA RESPUESTA ES un "NO". PERO HOY ME GUSTARÍA QUE DEJÁRAMOS TANTA SIMPLEZA Y NOS ENFRENTÁRAMOS A UNA AMPLIA GAMA DE GRISES. EN ESTE CASO ENTRAN A JUGAR PARTE DE ESTE ASUNTO MI EGO, MI ÉTICA, Y UNAS CUANTAS COSAS MÁS.

YO ME IMAGINO QUE A ESTAS ALTURAS DE TU VIDA, CON TANTAS PUBLICACIONES A TUS ESPALDAS, Y UN ALMACÉN, QUE POR MUCHOS LIBROS QUE REGALES, TIENES SIEMPRE A REBOSAR, TU COMPROMISO CON LA LITERATURA ES EL DE UN CÓNYUGE VIEJO Y CARGADO DE MANÍAS CON SU MATRIMONIO. NO TE TOMES ESTO A MAL. DOS Y DOS SON CUATRO. PERO YO SIGO SIENDO UN AFICIONADO, SIGO LEYENDO LOS PÁRRAFOS COMPLETOS, UNO DETRÁS DE OTRO Y, AUNQUE CADA VEZ CON MENOS FRECUENCIA, DE VEZ EN CUANDO ALGUNO ME LLEGA A UN LUGAR PROFUNDO QUE LOCALIZO, MÍTICAMENTE, JUSTO DEBAJO DE LA BOCA DEL ESTÓMAGO. ESTE MANUSCRITO, AL QUE ADORNAN ALGUNOS DEFECTOS QUE YO NO REPARARÍA, HA TOCADO VARIAS VECES ESE LUGAR TAN POCO ALCANZABLE. NO LOS TOCARÍA PORQUE SON DEFECTOS ESCRITOS A MANO, QUIERO DECIR CON ESTO QUE TIENEN EL SABOR DE LO QUE ESTÁ ESCRITO CON UNA CALIGRAFÍA PROPIA Y RECONOCIBLE, COMO LA DE UN AMIGO QUE IDENTIFICAMOS DE INMEDIATO. ESPERO HABER SABIDO EXPLICARME. AL FONDO DE TODO HAY UN GRAN LIBRO QUE EL PÚBLICO MASA NO VA A APRECIAR. QUE SEPAS QUE TODOS LOS EJEMPLARES QUE IMPRIMAS SE QUEDARÁN EN TU ALMACÉN ACUMULANDO POLVO PORQUE HABRÁ POCO PÚBLICO CAPAZ DE LEER ALGO ASÍ. EL POCO QUE LO HAGA TE APRECIARÁ COMO EDITOR. YO, POR MOTIVOS QUE ADIVINARÁS DENTRO DE CUATRO LÍNEAS, TAMBIÉN ME ALEGRARÉ DE QUE APENAS SE DIFUNDA. SÍ TE PIDO (EN REALIDAD, TE RUEGO) QUE, SI FINALMENTE DECIDES PUBLICAR ESTA "ODISEA DEL PERROFLAUTA", OBLIQGUES AL AUTOR A CAMBIAR SU NOMBRE POR EL DE ALGÚN ALTER EGO Y TAMBIÉN, INEXCUSABLEMENTE, EL DEL PERSONAJE CORNUDO PARA QUE NO SE SEPA ( O AL MENOS NO SEA TAN EVIDENTE) QUE SOY YO.

UN SALUDO

viernes, 4 de agosto de 2023

Un pliegue en el tiempo


 Me enteré casualmente de la muerte de Orly hace unas dos semanas. Murió en el 93, un par de años después de la última vez que le vi. Ayer, sin embargo, recibí su carta, fechada mucho tiempo atrás. Ha debido andar perdida durante años por sabe dios dónde. Alguna mano habrá dudado si merecía la pena devolver un papel tan amarillo al cauce del correo.

Así que, para mí, Orly ha atravesado en poco tiempo, de ida y vuelta, el delicado paso entre la vida y la muerte. En mi recuerdo estaba vivo, hermoso, pensativo, joven, reservado, con ese aire enigmático y silencioso que tanto atractivo le daba, hasta el día en que me dijeron que había muerto. En mi recuerdo no tuvo tiempo a envejecer como yo, o como todos. Sujetó siempre el cigarrillo oportuno mientras pedía un café o esperaba una respuesta a una pregunta que nos hacía con su mirada azul. Parecía estar esperando una revelación sobre el sentido final de todas las cosas. Le rodeábamos tipos pedestres como yo. Quizá perdió con nosotros, conmigo, el poco tiempo que no sabía que le quedaba. No le pude dar muchas respuestas. Le di lo que pude, mi tiempo, mi compañía. Al menos tampoco le hice muchas preguntas. Cuando estábamos juntos el tiempo, simplemente, transcurría. 

Contra estos recuerdos me llegó la sorprendente noticia de su muerte. Cuesta hacerse a la idea de que personas más jóvenes también pueden morir, que Orly fue de carne y hueso por más que algunos, sobre todo algunas chicas, pensaran que estaba hecho de un material inmarcesible, algo frío como la piedra a la noche, lejos del sol del día, bajo la luz reflejada y pura de la luna.

Su carta lo revive en su letra menuda, algo picuda, fácilmente legible a pesar de ser tan característica como una firma, tan única como las huellas de nuestros dedos o las delicadas nimiedades del iris de nuestros ojos.

En la carta me preguntaba si había visto a Carol, si sabía de ella, si seguía viviendo en Fuerteventura, si le podía dar alguna seña suya, una dirección a la que enviar una carta, un lugar de trabajo al que llamar. Las preguntas algo obsesivas no rompían la calma se su representación en mi recuerdo. Sus caladas profundas al cigarro. Sus manos en los bolsillos mientras paseaba en los atardeceres de invierno de la isla. No puedo contestarle que nunca supe más de Carol, que quizá siga en la isla, que quizá, si me cruzara con ella no la reconocería o ella no recuerde ya quién soy yo, o quién fui. Pero que también podría pasar que nos crucemos algún día casualmente y me pregunte por él, o que me llegue una carta suya escrita cuando vivías y que ha estado esperando en alguna parte a que preguntes por ella desde algún lugar de 1992.



martes, 21 de febrero de 2023

Verdades como puños

El librito este es tan pequeño y tan certero como un dardo. Todas (casi todas, y entraré después en esto) sus ideas dan en la diana. Se lee como se leen los aforismos, asumiéndolos como propios. Mientras lo disfruto pienso que si tuviera la capacidad de ordenar mis ideas nebulosas hasta hacerlas claras y distintas, escribiría como Bob Black.

El discurso de cierta izquierda me parece anclado en el pasado, en los tiempos del enfrentamiento entre los dos bloques y el de las masas de obreros entrando con la bolsa del bocadillo en enormes fábricas vestidos con monos azules. Esas fábricas, ya casi no existen en occidente, que emplea a sus mayorías en el sector servicios o los tiene cobrando pensiones debido al envejecimiento de la población. Pero el discurso de esa izquierda continúa. Sus portavoces se aferran al megáfono en miniconcentraciones que organizan de cuando en cuando. Siguen vistiendo camisetas con la foto desteñida del Ché. Hay una izquierda actualizada, por supuesto, tan actualizada que parece más pendiente de los memes y del figureo en las redes que de los problemas reales de la población. Será, supongo, porque al fin y al cabo, casi todos los que acaban mandando, de izquierdas y derechas, son polluelos de clases acomodadas formados en las mismas incubadoras, así que los problemas reales los tienen siempre otros, a ellos les quedan lejos.

Esa izquierda tradicional lucha (otra palabra de su gusto) por la clase trabajadora y en ese mismo discurso no se cuestiona la existencia de esa clase, y por lo tanto, del modelo (quizá debería decir paradigma, y así parecería que sé más de lo que sé) que nos ordena en clases. Bob Black acaba con la raiz del problema: el trabajo. Acaba por tanto con la clase obrera, acaba con el sistema (o eso he entendido). Apela a la creatividad humana ejerciéndose en libertad para obtener frutos materiales/intelectuales/palpables. No defiende la ociosidad sino la destrucción del trabajo, que es muy distinto. Y es ahí dónde empiezan mis dudas expresadas con el casi del primer párrafo. No tengo claro que la tecnología actual nos permita evitar el trabajo (como rutina, como alienación), no tengo claro que todos, o que una gran mayoría de seres humanos tengan la creatividad e iniciativa propia necesaria para no necesitar un pastor. Y no lo tengo claro por esto, por lo que somos, (copiado de la Wikipedia):

"Sociedades de primates

La mayoría de los primates tienen una vida social activa. No hay prácticamente ninguna especie con individuos totalmente solitarios, y existe gran variedad de clases de agrupación según la especie. Hay monos monógamos, como los gibones, que mantienen la pareja durante años, y no se juntan con otros. Los macacos, en cambio, viven en tropas mixtas de decenas de individuos; puede haber un solo macho reproductor o varios, pero en este caso el de mayor rango tiene acceso privilegiado a las hembras.

Entre los orangutanes, los machos adultos viven solos; las hembras y sus crías se suelen juntar con otras madres. Los chimpancés viven en tropas llamadas de fisión-fusión: durante el día recorren el bosque en busca de comida en pequeños grupos, y al final de la tarde se reúnen todos para dormir. Entre los chimpancés, son las hembras quienes abandonan la tropa para evitar la endogamia, de manera que los machos son los que están emparentados entre sí. En otras especies, como los macacos, es al contrario: los grupos son matrilineales, los machos lo abandonan cuando se hacen adultos para buscar pareja en otros grupos. Se da la misma situación entre los langures y los gorilas. Hay más variantes: tanto el macho como la hembra de los monos aulladores abandonan el grupo natal cuando alcanzan la madurez sexual, de forma que en estos grupos no hay parentesco entre ellos.

Estos sistemas sociales se ven afectados por los tres principales factores ecológicos; la distribución de recursos, el tamaño del grupo y la depredación. Dentro del grupo, la cooperación y la competencia están en equilibrio: los individuos se acicalan, comparten la comida, se protegen mutuamente; pero también se dan comportamientos agresivos cuando se compite por la comida, por una pareja sexual o sencillamente un buen lugar donde pasar la noche. La agresión, además, sirve para establecer la jerarquía."​ 

Leí este texto, de Bob Black, todo hay que decirlo, en estado casi eufórico. La foto de la portada me parece extraordinaria. Lo compré en la librería del TEA, en Tenerife. Estaba llena de estatuas/figuras de robots hechos con materiales reciclados. Un caldero invertido era una cabeza con las asas como orejas. Un tenedor un brazo, y sus dientes, los dedos. ¿Cómo no tener
fe en la creatividad de nuestra especie?

 

jueves, 16 de febrero de 2023

La desacralización de la literatura


Corría el año 1992 cuando la tinta de este ejemplar que tengo entre las manos estaba casi fresca o, al menos, no castigada por el sol y el tiempo, como ahora. Editorial Astri,S.A. P.V.P. 110 Ptas. El título, "Clientes para el cementerio", el autor, Silver Kane.

En los puestos de viejo de las ramblas cercanas al Mercado de Nuestra Señora de África se consiguen ahora por un euro, en un estado aceptable. La portada promete una historia de vaqueros: se ve a un pistolero disparando con su colt desde las tablas de una casa de madera en un pueblo con calles de polvo.

Andábamos paseando por Santa Cruz y recordando la novela de Alexis Ravelo La otra vida de Ned Blackbird, homenaje a todos aquellos autores que antaño se escondían bajo pseudónimo para hacerse unas pesetas escribiendo, creía yo, al son de un metrónomo. Así que escogí esta que digo, de Silver Kane, y pagué el euro que me pidieron. La edición es muy modesta, el papel de la portada y la contraportada es satinado sí, pero apenas de mayor gramaje que el barato, oscurecido por el tiempo, del interior.

Hasta que empecé a leerlo creía que yo ya había asistido a la desacralización de la literatura por haber hojeado a W. Burroughs, J. Kerouack, H. Miller o Ch. Bukowski. Pero no, toda esa literatura era más bien herética. Se apartaba de la  iglesia, pero visto ahora, no acababa de tener tan pocas pretensiones como esta de Silver Kane, verdaderamente desacralizada, lista para ser comprada por cuatro perras en cualquier kiosco. Lista para ser leída en el cercanías o la guagua por un obrero  que después la tirará a la papelera o le sacará las hojas para ponerlas en el fondo de la jaula del canario. No hay ninguna altanería, ninguna pretensión, ninguna grandilocuencia. Cualquier vanidad se somete a la economía y la efectividad. Para empezar, esta al menos, nos daba por 110 pesetas una historia de género negro en las manos de un vaquero, es decir, una oferta de llévese dos por el precio de uno. El antihéroe, por supuesto, es un fracasado que intenta ganarse la vida honradamente como detective. Después de sobrevivir a los intentos de asesinato de sus acreedores (al que le debe el sombrero le apunta fallidamente a la barriga con la intención de recuperarlo para la reventa) recibe en su despacho de Oklahoma City, de puerta de cristal esmerilado con su nombre grabado, a una granjera de tan buen ver que proyecta sombras de mujer fatal. Y las cosas van pasando entre líneas de humor, diálogos con frases como cachetones, remedo de los de las novelas de R. Chandler, personajes estrafalarios que se van uniendo (y muriendo) como eslabones de una cadena que llevará, supuestamente, al malo jefe de los malos. Hay escenas de acción como aquella en la que el detective es atacado por un puma amaestrado (sí, como lo leen). Nuestro héroe, pistolero rápido y certero como ninguno, se despacha pocas veces con el colt y muchas con un cuchillo, o lo que le quede, más a mano porque su maltrecha economía no le da para unas balas. Y sale airoso de las embestidas de un carrusel de malhechores para poder terminar acaramelado con la granjera, mujer nada fatal, al fin y al cabo, de la que se ha, por supuesto, enamorado. 91 páginas entretenidas, que impulsan la lectura para averiguar cómo se desatará un nudo aparentemente irresoluble, un nudo demasiado complicado con gran cantidad piezas que no encajan. La solución, no podía ser de otra manera, es decepcionante para cualquier devoto de la verosimilitud. Hay alfombras que se despliegan para transformar unas habitaciones en otras, personajes que eran el mismo conectados por un pasadizo subterráneo, o con una máscara de goma que les hacía parecer otro. En fin, se espera del lector la suspensión de todo criterio ajeno al de pasar un rato leyendo. Yo lo acepto. Me someto a las leyes de la baja novela.

También las aceptaron Silver Kane, Taylor Nummy, Rosa Alcázar, Silvia Valdemar y Enrique Moriel, todos ellos agazapados bajo una misma pluma, la de Francisco González Ledesma. En la lista de estos escritores que nunca fueron candidatos al Nobel está, por supuesto, Marcial Antonio de la Fuente Estefanía y María del Socorrro Tellado López, Corín Tellado, hija de Toledo que, si le hacemos caso a la Wikipedia, escribió más de 5000 novelas y relatos, fue traducida a 27 idiomas y vendió más de 400.000.000 de ejemplares.


jueves, 9 de febrero de 2023

Premio Pedro García Cabrera de poesía 2022 que otorga la Fundación CajaCanarias


 Nieves Delgado Sánchez (¡qué me molesta que en un mundo que se declara tan feminista se pierda el apellido de la madre!) es nuestra fotógrafa. Era nuestra fotógrafa (distíngase del "fue nuestra fotógrafa"). Sigue siendo nuestra fotógrafa. Pero, sorpresa, es nuestra poeta. Los papirómanos parecíamos languidermos y esterilociosos y aparece Nieves y brota en la palabra -----> escribe poesías y se merece el premio Pedro García Cabrera 2022 con Ironía Naturae. Con su natural modestia ( naturalis modestiae ) no ha hecho alarde. Yo le dije, dos puntos: si lo hubiera ganado (me presenté, lo reconozco) me hincharía como un pavo y ella me contesta, inteligentemente, siguiendo por el mismo camino del pajareo, "yo lo llevo más bien como una avestruz". Sépase que: "No por orden del señor alcalde, una papirómana ha ganado el premio Pedro García Cabrera de poesía 2022 que otorga la Fundación CajaCanarias". Y esa papirómana es NIEVES DELGADO SÁNCHEZ.

 

 Enlace a la Fundación

https://cajacanarias.com/noticias/la-ironia-naturae-de-nieves-delgado-premio-pedro-garcia-cabrera-fundacion-cajacanarias-de-poesia-2022/ 

 

Lectura de un servidor de uno de los poemas:

https://www.youtube.com/watch?v=QTtrdv5WMBw&t=7s


 

   

sábado, 4 de febrero de 2023

Diario de las esquinas dobladas


Inmenso libro que recoge los agobios, las reflexiones, las lecturas, los miedos de Rafael Chirbes. Sorprenden las dudas sobre sus propias capacidades como escritor. La fecha de estos diarios que leo es anterior a Crematorio y al Premio de la Crítica de narrativa castellana de 2007, pero la actitud de Chirbes no creo que cambiara con la admiración del mercado, los lectores y la crítica. A las alturas de este diario Chirbes está casi de acuerdo con un tesinando que vaticina el final de su obra con la novela publicada hasta aquella fecha. Según el estudiante, lo próximo que pudiera escribir sería una especie de vuelta sobre sus pasos. Corría el año 2006. Ahora sabemos que le quedaban por escribir, antes de que la muerte se lo llevara, tres novelas más, entre ellas Crematorio. Pero Chirbes no refuta la tesis. A aquellas alturas, con 57 años, se sentía cansado, deprimido (permítaseme ver en lo que cuenta algún episodio depresivo) y arrastrando una salud que se quebraba y daba lugar a reflexiones sobre la muerte, la agonía y la llegada del temible momento en que no pudiera valerse por sí mismo.

 

Estos diarios están, si bien que revisados, escritos en libertad y, como él mismo dice, "a vuela pluma". Escribir novelas para él, sin embargo, era un trabajo de pala y pico, de construcción y demolición continua y cuidadosa. Un trabajo que a ratos nos parece a nosotros, lectores, atendiendo a su descripción, una penosa y alienante tarea de obrero. Pero reconoce momentos de placer en las altas horas de la noche, su horario creativo. Las correcciones y el trabajo más racional lo realizaba antes del mediodía. Pero no crean que fue un escritor de método. La cama o el sofá y los libros, la procastinación de la escritura (nunca le leí esta palabra) eran constantes. La pereza que sentía al retomar la escritura de sus novelas era similar a la que siente un trabajador cualquiera al levantarse para acudir al trabajo cada día. Y todas estas inseguridades, sí, se dieron en un escritor que, visto a estas alturas tiene la talla de un clásico. Sus trabajos, los encargos, como charlas, conferencias y críticas literarias, también le sumían en las angustias de las obligaciones asumidas a regañadientes, quizá menos, sus artículos como crítico gastronómico.

Si el Chirbes escritor queda en entredicho según sus propias palabras, el Chirbes lector se levanta enorme entre las líneas del diario.  Como quien no quiere la cosa, sólo haciendo referencia a sus lecturas según se van entreverando entre las fechas, los diarios son un ejercicio magistral de crítica literaria.

Conoce la literatura clásica en nuestro idioma y la disfruta desde su tiempo sin "postureo", genuinamente, con la dificultad que, al menos eso creo,  tiene paladear a Quevedo en el siglo XXI. Se rinde a La celestina,  relee a Galdós, a Balzac y a Clarín . Y al paso que comenta sus lecturas nos abre una puerta a la literatura francesa e italiana, clásica y contemporánea, que a nosotros suele sernos tan distante y que, sin embargo, Chirbes leía del original.

Tengo una fea costumbre, marco la página en las que sorprendo una recomendación literaria doblando su punta. Si hay dos en la misma hoja y diferente página la cosa empeora porque doblo las dos esquinas, la superior y la inferior. Estos diarios tienen muchas puntas dobladas. Y es que Chirbes no se deja despistar por los ornamentos de estilo que a otros nos embelesan. Él sabe, porque sabe construir una novela, cuáles son sus cimientos y sus vigas, por qué ventanas se ventilan, por qué puertas podemos escapar, dónde el autor se ha impuesto fatalmente a los personajes, o los dibuja con brocha gorda o pincel fino. La mirada de Chirbes es la omnisciencia sobre la omnisciencia.

Una pregunta habitual que nos hacemos todos los que leemos y que suelen hacerse los críticos literarios es hasta qué punto las vivencias de los autores determinan lo que escriben. ¿Fue necesario Lepanto para don Quijote o se pueden trazar las calles de Santa María sin levantarse de la cama? Afloran entre las líneas de Chirbes datos biográficos que lo van pintando ante el lector. Y pienso yo (él no, él habla de su vida como cosa dada y sin importancia) que su mano perdida en Lepanto fue la vida del orfanato y el internado, sus baños de Argel, la homosexualidad en tiempos de Franco, las palizas de la DGS o los meses en Carabanchel. Frente a todo esto se yergue Chirbes y llega al S. XXI sin la corona de laurel que otros "rojos" de su tiempo llegaron a procurarse en la España posfranquista, como Pradera, Semprúm o Múgica. No se acomodó en ningún calor, siguió mirando a un lado y a otro críticamente y, por eso, seguramente por eso, estos diarios saben a soledad y, seguramente también por eso, merecen tanto que los leamos.

 





sábado, 21 de enero de 2023

Tender, o no tender, esa es la cuestión

Después de un año puñetero en el que no he podido quitarme de debajo del ventilador, con noches y noches, desde mayo hasta diciembre, junto al murmullo incesante del motor arrullando mis pesadillas llega por fin enero y las temperaturas bajan hasta unos deliciosos dieciséis grados en algunos momentos del día. ¡Y me quejo!

Me quejo porque tiendo la ropa con la incertidumbre, como hoy, de no saber si lloverá. Si mis miserables esfuerzos de hormiga que sube seis ridículos escalones para tender en la azotea que tengo tan cerca serán o no baldíos. ¡Qué humano soy! Por si lo dudara, una trivial tarea doméstica me ha puesto frente a frente con mis propias fallas. ¿Qué es el calentamiento global frente a mis camisas secas o húmedas? ¿Qué se fue de mis convicciones ecológicas si maldigo al cielo del que cae la lluvia que moja mis gayumbos?

Foto: cochambrosa y encantadora fachada portuguesa adornada con ropa tendida esperando el sol