martes, 27 de abril de 2010

Escribir por Escribir

Esta entrada puede ser un comentario a otra anterior en este blog, concretamente a la del día 13 de abril (Nuestro Sino). Moderándola, matizándola o rebatiéndola. ¿Escribir por escribir? Tampoco es eso.
En los últimos años he tenido que defenderme de los antivilamatasianos. El más feroz es uno que no ha necesitado leerlo para saber que no necesita leerlo, lo cual tiene sentido, porque sigue vivo. Con lo que ha leído sobre Vila-Matas en los blogs tiene argumentos suficiente para despreciarlo. Pero, yo lo sé, el principal motivo por el que lo detesta es porque yo lo elogio. La amistad tiene misterios insondables. Y con los años se puede convertir en una especie de matrimonio, con reproches. A lo que íbamos. Yo me defendía, entre otras formas, llevando El Viento Ligero en Parma de paseo por la ciudad, sin ningún recato (por cierto que éste lo perdí en un avión y lo recuperé en el Aeropuerto de Fuerteventura. Gracias Aena, que tan poco te quieren). O intercambiando con otro amigo "insurgente" Hijos sin Hijos por Doctor Pasavento a la vista de todos.
Pero, ¿qué quieren que les diga? Me he tropezado con la Dublinesca. Y a punto ha estado de hacerme caer. Hay que escribir, repito, como en mi entrada anterior, pero no escribir por escribir. Vila-Matas tiene arte sobrado para sacar literatura de su chistera con un chasquido de los dedos, pero esta vez se ha pasado. Con una frase suelta escuchada en una guagua inventa un cuento. Y si baraja ases del tipo de Walser, Gombrowicz y compañía acaba adivinando el naipe de Musil, pero esta vez se ha pasado. Con Riba no vamos a ninguna parte. Me recuerda al protagonista de El Viaje Vertical, pero no al de la novela, sino al de la película, que es lo peor. Quizá sea la naturaleza de Riba el no ir a ninguna parte porque ya está en la hoja roja. Esta sería una defensa de la Dublinesca. Hay unas cuantas (pero cuantas, cuantas) páginas centrales donde se siente un estancamiento desesperante. Después se pierde la esperanza de que pase nada y se acostumbra uno al ritmo divagante hasta que la novela se va extinguiendo y, por fin, se acaba.

1 comentario:

Mente Especular dijo...

Es lo que tiene no tener ideas propias: uno solo piensa por oposición a lo que piensan los otros. ¿Que tu dices azul?, pues yo tengo que decir necesariamente rojo. ¡Qué gran peso sobre tu conciencia! Ten cuidado con lo que piensas no me hagas entrar en contradicciones.