sábado, 17 de diciembre de 2016
Lo importante, de Antonio Lino Rivero Chaparro
Antonio Lino Rivero Chaparro, autor del poema Lo importante.
Lectura de Juan José Rodríguez Barrera
Música de Mattia Vlad Morleo, tema Fiore d Inchiostro
lunes, 12 de diciembre de 2016
martes, 6 de diciembre de 2016
Nieves Delgado y Sergio Déniz, fotos de papirómanos.

Cuando es un artista el
que mira, el que encuadra, el que ilumina y el que revela, puede uno
salir hasta algo guapo o menos feo. Si en vez de un artista, son dos, el
éxito está asegurado.
¡¡Mil gracias a Nieves
Delgado y Sergio Déniz por su trabajo fotográfico con los
papirómanos!!
Aquí dejo un ejemplo de
ese trabajo con un servidor. He elegido una de las mejores: no se me
ve apenas la cara. En el muro de Papiromanía en Facebok pueden ver las
excelentes fotos de grupo.
sábado, 3 de diciembre de 2016
Salir rana, de Pedro Flores
El nacionalismo, el
localismo, el calor que produce lo próximo o la mirada con las gafas
de cerca hacen que los gentilicios como canario basten a
muchos para dar valor al sustantivo que acompañan. Es preferible que
el gentilicio sea innecesario.
Esta reflexión la tuve
por primera vez en el Museo Néstor. Sus bocetos en tiza y pastel
sobre papel de estraza me impresionaron tanto como su óleo más
elaborado. Néstor es de esos artistas que, como el Rey Midas con el
oro, convirtió en arte lo que tocaron sus manos. El artista y el
arte mantuvieron siempre un diálogo natural de compañeros
inseparables. Por supuesto, el que naciera en estas islas determinó,
como no podría ser de otra forma, de qué manera y en qué temas se
materializaría su arte. Al margen de esta cuestión accidental,
nadie, haya nacido en Tunte o Pekín, permanecerá indiferente al
contemplar El amanecer.
En mi opinión, Pedro
Flores es de esos autores cuya voz no necesita gentilicios.
Cualquiera que lea poesía en la lengua que nos une encontrará en él
un tesoro.
Vicente Gallego ha
seleccionado sesenta y tres poemas de la obra completa de Pedro
Flores para publicarla en esta antología, Salir Rana, con le
editorial Renacimiento. Pedro dice, con el humor que le caracteriza,
que los poemas son suyos, pero que el libro es de Vicente Gallego.
En el prólogo, el
antologista nos explica cómo conoció al poeta, oculto tras la plica
de un premio de poesía. Conjeturó entonces, por ciertos giros del
lenguaje, que se trataba de un autor latinoamericano. Quedó
sorprendido al descubrir que Pedro estaba mucho más cerca
físicamente. Pronto surgió la pregunta de cómo era posible que
hasta la fecha le resultara totalmente desconocido, no sólo a él,
sino a todo el círculo de poetas que frecuenta. La respuesta de
Vicente Gallego es que Pedro no había tenido la fortuna de ser
publicado por editoriales nacionales.
Quizá desde Canarias el
acceso a estas editoriales sea aún algo más difícil. Para colmo,
Pedro Flores no frecuenta ni usa los medios tecnológicos que ayudan
a paliarlo. Él mismo se define, en este sentido, “como un hombre
de la Edad de Piedra”.
Confío en la visibilidad
que la editorial Renacimiento otorgará al escritor. Espero que a
partir de ahora, la poesía de Pedro no sea el privilegio de unos
pocos, sino el derecho de todos.
domingo, 27 de noviembre de 2016
El Alter Ego de Cupido, de Jonathan Hernández
La novela no es fácil de
conseguir, porque, desgraciadamente, la distribución está siendo
lenta debido a la modestia de los medios. Ha sido una producción que
Jonathan Hernández describió como “artesanal”.
Según lo que pude
entender a su autor, es una historia de amor tratada con mucho humor
y donde participa una cabra-cupido, entiendo que a la manera de una
superconciencia de alguno de los personajes. El autor pretende narrar una historia donde aparecen los
universales sentimientos y situaciones que se dan en la
pareja, en este caso de dos chicos, huyendo de guetos y
encasillamientos. Todos, en un momento u otro de nuestras vidas hemos
sufrido las flechas de la cabra.
A pregunta de un
asistente Jonathan Hernández explicó el proceso creativo concreto,
la “metodología” de escritura. Un método, o falta de él, pleno
de espontaneidad y levedad (en el sentido calvinista). La novela ha
sido escrita en la noche. En no pocas, los personajes han dictado la
historia al autor hasta el amanecer, desviándolo de las líneas que
éste había planeado. Ellos han tomado la palabra y han escrito su
historia. Una envidiable manera de crear.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Librería Azulia, en Las Palmas de Gran Canaria
A las librerías hay que
tenerles el respeto que se profesa a los templos. Normalmente el
ambiente es de recogimiento. Los deambulantes pasan por la girola,
habitualmente en soledad, atentos a los títulos, y cuando lo hacen
en compañía, hablando entre sí sin estridencias. No suele haber
mala gente en las librerías, cosa que no se puede asegurar cuando va
uno al estadio o se mete en una guagua. En Las Palmas (de G.C.) van
quedando pocas y nuestro deber es amarlas y respetarlas hasta que la
muerte nos separe.
Hay una librería pequeña
de tamaño y grande de espíritu que se encuentra en la calle
Venegas, número 10, y que se llama Azulia. Me veo en la obligación
de hablar de ella en mi modesto blog, sabiendo que tendrá nula
repercusión, pues en esta ciudad nadie me lee, aunque me consta que
soy muy seguido en Asia y otros lados del Japón.
Azulia es un proyecto de
José Luís González Ruano y se presenta enfocada a la literatura de
viajes y ecológica. En mi opinión, además de su sección temática
tiene una selección cuidada al extremo de todo tipo de literatura.
La impresión que tengo en ella es la de encontrarme en la biblioteca
de un particular de amplio, exquisito y agudo criterio. Hay una
preselección de títulos que, lejos de limitar nuestras opciones,
las multiplica. Es difícil pasar allí más de diez minutos y no
tener en las manos ya dos o tres sugerencias de lectura. Y no hace
falta mucha suerte para que el propio José Luís González Ruano se
nos acerque ejerciendo de librero a la vieja usanza, no como mero
cobrador.
Por si todo esto fuera
poco, en Azulia se organizan actividades de promoción cultural a las
que conviene estar atentos. Estoy seguro que los palmenses somos hoy
un poco más envidiados por las gentes del Japón.
sábado, 19 de noviembre de 2016
Mientras haya bares, de Juan Tallón
Mientras haya bares es un título maravilloso. Porque bares habrá siempre. Antes desaparecerán las tiendas de tatuajes, los dinosaurios, las librerías, la calvicie y la publicidad. Es un título que, frente a este agotamiento de fin de ciclo que se respira por todas partes, no tiene previsto ningún final catastrófico, sino la mansa continuidad de nuestra más sana costumbre: la de tomar una cerveza en conversación con los amigos.
Es, además, un título participativo, porque puede verse como una frase incompleta que invita al lector a continuarla según su inspiración o necesidades. Mientras haya bares, te amaré. Mientras haya bares, tendré un sitio donde sentarme a tomar notas. Y así tantas como se quiera.
También se puede dejar tal cual, pendiente para siempre, como una puerta abierta a cualquier posibilidad.
Los títulos no deben ser tomados a la ligera. Algunos, como este, prometen. Dan esperanzas de encontrar en el libro una continuidad feliz a tan buen principio. Otros nos amenazan, como porteros con pirganillo, de que no están hechos para nosotros, de que estamos excluidos de tan exquisitos antros.
Otros títulos, sólo por su estructura, causan un rechazo inicial difícil de vencer, como el mal aspecto de un buen plato que ya nunca probaremos. Me pasa con los que contienen un “que” del tipo “El viejo que...”, “La ranita que...”, “El XXXX que YYYYY”. La segunda parte puede alargarse desesperantemente. Quizá en lenguas nórdicas esas largas colas queden reducidas a una palabra razonable, con sólo tres o cuatro prefijos y dos o tres sufijos. En español son, directamente, una mierda de títulos que no veo manera de justificar.
Juan Tallón escribe que “la literatura solo precisa de alguien superado por lo que lo rodea, y unas cuantas frases”. Y de estas perlas están llenos sus textos. Literatura y fe. Fe en la literatura, con citas continuas a los patriarcas. Y la perplejidad de los hechos de la vida diaria, vistos desde la literatura, que es para él (se lo he oído y creo comprenderlo así) la manera de tener una apreciación del mundo y las cosas que pasan.
Tengo mis dudas de que la literatura sólo precise de alguien superado por lo que lo rodea y unas cuantas frases. Me parece necesario, pero no suficiente. También hará falta, digo yo (no Juan Tallón), alguien que tenga las cincunvoluciones empapadas en literatura, cosa que no sabemos si se hace o con la que se nace, pero que, en cualquier caso, es causa o consecuencia de la lectura desesperada de los patriarcas.
Y no quiero contar más, ser descriptivo, como un libro de plantas con su afán taxonómico. Y no es por fastidiar, sino por casi lo contrario. El que quiera, que hojee el libro en su librería de cabecera, con su librero de confianza o en la biblioteca. Prefiero sembrar la bruma que pasarme dando opiniones propias. Aunque soy el primero, lo reconozco, que salgo desconcertado de esas presentaciones de libros tan extrañas y, sin embargo, corrientes de donde sales con una idea tan clara como con la que entraste.
Es, además, un título participativo, porque puede verse como una frase incompleta que invita al lector a continuarla según su inspiración o necesidades. Mientras haya bares, te amaré. Mientras haya bares, tendré un sitio donde sentarme a tomar notas. Y así tantas como se quiera.
También se puede dejar tal cual, pendiente para siempre, como una puerta abierta a cualquier posibilidad.
Los títulos no deben ser tomados a la ligera. Algunos, como este, prometen. Dan esperanzas de encontrar en el libro una continuidad feliz a tan buen principio. Otros nos amenazan, como porteros con pirganillo, de que no están hechos para nosotros, de que estamos excluidos de tan exquisitos antros.
Otros títulos, sólo por su estructura, causan un rechazo inicial difícil de vencer, como el mal aspecto de un buen plato que ya nunca probaremos. Me pasa con los que contienen un “que” del tipo “El viejo que...”, “La ranita que...”, “El XXXX que YYYYY”. La segunda parte puede alargarse desesperantemente. Quizá en lenguas nórdicas esas largas colas queden reducidas a una palabra razonable, con sólo tres o cuatro prefijos y dos o tres sufijos. En español son, directamente, una mierda de títulos que no veo manera de justificar.
Juan Tallón escribe que “la literatura solo precisa de alguien superado por lo que lo rodea, y unas cuantas frases”. Y de estas perlas están llenos sus textos. Literatura y fe. Fe en la literatura, con citas continuas a los patriarcas. Y la perplejidad de los hechos de la vida diaria, vistos desde la literatura, que es para él (se lo he oído y creo comprenderlo así) la manera de tener una apreciación del mundo y las cosas que pasan.
Tengo mis dudas de que la literatura sólo precise de alguien superado por lo que lo rodea y unas cuantas frases. Me parece necesario, pero no suficiente. También hará falta, digo yo (no Juan Tallón), alguien que tenga las cincunvoluciones empapadas en literatura, cosa que no sabemos si se hace o con la que se nace, pero que, en cualquier caso, es causa o consecuencia de la lectura desesperada de los patriarcas.
Y no quiero contar más, ser descriptivo, como un libro de plantas con su afán taxonómico. Y no es por fastidiar, sino por casi lo contrario. El que quiera, que hojee el libro en su librería de cabecera, con su librero de confianza o en la biblioteca. Prefiero sembrar la bruma que pasarme dando opiniones propias. Aunque soy el primero, lo reconozco, que salgo desconcertado de esas presentaciones de libros tan extrañas y, sin embargo, corrientes de donde sales con una idea tan clara como con la que entraste.
viernes, 18 de marzo de 2016
martes, 8 de marzo de 2016
Morteruelo

Pero
a lo que venía este texto, es a que, a pesar de mi franca
incapacidad para hacer amistades, y mi nula dedicación a la
conservación de las que no sé sabe cómo he hecho, tengo, de vez en
cuando, el detalle de traer para algún amigo una lata o un libro, de
los sitios a donde viajo. Trato que sean productos autóctonos, como
libros escritos en lenguas vernáculas o latas que parezcan contener
algo desconocido. Mi última importación es una lata de morteruelo,
que no sé lo que es, ni quiero saberlo. De la misma manera que no
pregunté cuando lo compré, no pienso mirarlo en internet, sino
entregarlo y punto, porque lo que importa es el gesto. Ese gesto de
alargar el brazo para dar lo que lleva uno en la mano. Y no pienso
mirarlo, además, porque con la misma es la cosa más corriente del
mundo y se consigue en el hiperdino de la esquina. Prefiero el
misterio y el hermetismo, en este caso.
domingo, 17 de enero de 2016
Fin de Poema
![]() | ||
Fin de Poema. Juan Tallón. Alrevés. Barcelona, 2015 |
Si
vuelvo a las librerías es porque, en el fondo, sigo confiando en la
palabra. No se me ocurre otra explicación.
Las
puertas parecen cerradas a cal y canto; los caminos, tan trillados,
que no queda rastro de hierba; las combinación de palabras,
completamente agotada; todos los personajes, arrastrados por el
fango; las nubes, secas.
Y
sin embargo, me detengo ante el escaparate de la librería, entro y
hojeo. Con los dioses muertos, misteriosamente, se conserva el rito.
El premio es delicioso. No llega a ser siquiera el libro completo,
que se va espesando conforme avanzan las páginas. ¿O será el
lector quien se espesa en la bocacalle de Triana?
Unas
cuantas palabras hiladas sutilmente, con el esmero de un artesano
fumador, que va alternando entre sus dedos el cigarro y un bolígrafo
metálico y viejo.
“Cómo
considerar un adjetivo definitivo, insustituible, sin echarse a
temblar de frío. Natalia e Italo insisten en que están acabados, en
que no se toquen, ni siquiera se miren, pero Cesare sabe que dicen
eso porque ignoran qué tiene en su cabeza, y cómo la presencia
insistente de Connie, o de sus cenizas, o sombras, lo obliga a
perseverar en una mayor perfección; quiere que ella esté
en el poema completamente, que cada verso la abarque y detalle su
presencia como si fuese una imagen de mármol.”
Y
este comienzo de carta, ejemplo de por qué valió la pena entrar de
nuevo en el templo:
“Querido
Cesare. Me he acostumbrado con tanta naturalidad a que no respondas a
mis cartas que creo saber en qué momento tu silencio
me está pidiendo que te escriba.”
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