sábado, 8 de junio de 2013

Una novelita lumpen



"Después de eso mi hermano dejó de contar cosas de ellos. Mi actitud, lo sé ahora, era la de alguien que tenía los ojos abiertos, mientras mi hermano y sus amigos vagaban por lugares reales o imaginarios con los ojos cerrados. Tener los ojos abiertos, por otra parte, equivalía a consumirse. Me consumía"
   Roberto Bolaño, Una novelita lumpen





Lo de novelita será cosa de Roberto y más bien por el volumen, 150 páginas escasas en letra de buen tamaño, en la edición de Anagrama. Nos vamos haciendo mayores y la presbicia hace mella en nuestra vista. La novelita es una novelaza, publicada en 2002, el año anterior al de su muerte.

Novela en la que unos pocos personajes perdidos, dos huérfanos no sólo de sus padres sino de la vida, su par de amigos y un decadente y ciego actor del cine de serie B de los 70, se las componen para acomodarse en el mundo, concretamente en Roma. Podía ubicarse, con estos perfiles, en la ciudad universal en la que vivimos todos. Roberto Bolaño usa la voz de la chica joven, peluquera de barrio, para guiarnos a través de esta historia. Y se las amaña tan bien, que su registro tiene una redacción perfecta y fluída, es creible y nos zambulle inmediatamente en la historia.

La novelita podría derivar en una historia más de crímenes de barrios bajos. Sin duda los apunta, pero sólo para enredarnos sin que queden en nada definidos. Esta es una historia si no de amor, sí de afectos, que se intuyen y no se atreven a llamarse por ese nombre. Ese nombre obsceno de Amor queda reservado para otras clases sociales, para otras novelas y otras películas. En este barrio de Roma no suenan violines, sino las discusiones de los vecinos, las televisiones a todo meter, el fregoteo de los platos y el llanto de los niños en pisos diminutos.

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