lunes, 26 de agosto de 2013

Morir despacio, de Alexis Ravelo

Ni se me ocurre pensar que la literatura tiene que tener un fin social, ni siquiera "útil", porque a ver qué hacemos entonces con Borges, o con los que nos zambulleron en su mundo propio y nos hicieron olvidar el pálpito de las calles o los ronquidos del vecino. Bajo esa etiqueta de literatura social, o de denuncia, o comprometida, más de un autor, y más de dos, se han creído con derecho a aburrir al lector hasta hacerle soltar babas y abatirle la cabeza sobre el sillón. 

Alexis Ravelo cree en la novela negra, según expone como nota del autor en Morir Despacio "...como forma de relato que remite a la realidad, reflexiona sobre la desigualdad y denuncia la injusticia, un texto de gozo que resulta ser exactamente lo contrario de la novela burguesa". En Morir despacio, demuestra palmariamente que es compatible escribir una novela sumamente entretenida (de gozo) y al mismo tiempo provocar la reflexión sobre aspectos poco visibles, o que no queremos ver, de nuestra sociedad.

Esta no es su última novela publicada. Si no me fallan las cuentas después ha ido a la librería La estrategia del pequinés, con editorial Alrevés, y está aún pendiente de publicación, y brillantemente premiada, La última tumba.

La lectura de Morir despacio me ha provocado un estado y unas reflexiones antagónicas, y me explico. Ciertamente ha provocado un estado de gozo: la historia es entretenida, los personajes (los buenos) son cercanos y empáticos, los malos creíbles (me encanta la escena con Navarro, el protagonista malvado de la novela, que ha construido su chalet sobre un camino real) y existen una serie de guiños literarios y musicales. Como guiño, valga de ejemplo que un personaje secundario sufre una crisis de conciencia estando de vacaciones en Atenas: ve a un viejo tuerto que protesta en la plaza Síntagma. Decía Borges, que el no era más que un pobre poeta ciego, como Homero.

Sin embargo, frente a este positivo gozo en la lectura (al final los buenos ganan, como tiene que ser) queda un pozo profundo de preocupación. En Morir despacio los supuestos representantes de la sociedad son sus caciques. Burgos, el malo más malo, pero también secundario por distante, podría ser real, tener el apellido igual al nombre de otra provincia española y andar promulgando leyes que beneficiaran a multinacionales del petróleo y la energía eléctrica en perjuicio evidente del interés general. Preocupa que un personaje así pudiera ser real. La sociedad aparece secuestrada porque sus posibles liberadores, los medios de comunicación, se encuentran a su vez maniatados. Sabemos ya que las ruedas de prensa merecen cada vez menos ese nombre. Se pactan preguntas, cuando no se prohíben directamente,  y medios a intervenir. Se establecen tiempos de conexión determinados con las televisiones donde se ajusta exactamente el contenido a mostrar.

Preocupa, porque la libertad en nuestra "democracia" se va reduciendo, porque es la "ficción" de una novela negra la que asume los papeles que una prensa bovina no puede, sin perder el pasto. Y para colmo, Morir despacio, no transcurre en Los Angeles de los años treinta, sino en las calles que ahora mismo, mientras escribo esta entrada, estoy mirando por mi ventana.


4 comentarios:

Riforfo Rex dijo...

Soberbio comentario.

Ela Alvarado dijo...

¿Tú estabas leyendo Morir despacio o La Provincia? ;-) Estupenda reseña, muy bien contado... tan que da miedo.

Juanjo Rodríguez dijo...

Creo que la intención de Alexis es que nos preguntemos si esas historias las podríamos leer en La Provoncia, y que nos cause si no miedo, por lo menos reflexión.

Rubén Benítez dijo...

"Decía Borges, que el no era más que un pobre poeta ciego, como Homero". Menudo era Borges, con esa falsa modestia que le caracteriza.
Me ha gustado mucho no sólo la supuesta reflexión moral de la novela -aunque las novelas sirvan esencialmente para divertir, no está de más que de vez en cuando también hagan reflexionar-, sino la de la propia reseña, que imagino se hace eco de la de la novela.
Divertimiento y reflexión no tienen por qué estar reñidas.