miércoles, 24 de julio de 2013

Cuentos de Wessex, de Thomas Hardy

La mejor manera de llegar a un libro es la recomendación de un amigo. En este caso fue John Irving quien cita a Thomas Hardy en las primeras páginas de Personas como yo, que tuve el gusto de regalar a una persona que quiero mucho.

Tengo la fea costumbre de intentar leer los libros que regalo antes de entregarlos, si el tiempo me lo permite. Si los compro en un viaje, los voy leyendo en el avión. Es mi manera de saber exactamente qué estoy entregando. Con Personas como yo me dio tiempo suficiente para hojear las primeras páginas y encontrar algunas referencias literarias de las que proviene la curiosidad por Thomas Hardy. Y siguiendo la cadena de libros y amistad, estaba de librerías con Riforfo Rex cuando cayó en mis manos este volumen de los cuentos completos de Thomas Hardy. Riforfo me invitó a él, como quien invita a una copa, y me lo llevé a casa contento como unas pascuas. 

La primera colección de textos son los Cuentos de Wessex. Para establecer un paralelismo sincrónico y literario les diré que Thomas Hardy nació en 1840 en Inglaterra, tres años antes que Benito Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria. Como D. Benito, usaba bigote, si bien mucho más cuidado, alzado por las puntas y acicalado. En la foto que habitualmente se distribuye de Thomas Hardy en la red, ese bigote divide una cara en la que la mirada es severa, dirigida, no al espectador sino hacia un lado, y la vestimenta impoluta.

En los Cuentos de Wessex Thomas Hardy recupera historias de la tradición con un, a mi juicio, esmeradísimo trato y gran perfección de estilo. Se imbrica el paisaje y los tipos humanos conformando esmeradas postales de lo que suponemos la Inglaterra de aquellos tiempos.

La primera historia trata de la irrupción inoportuna de tres personajes en una celebración familiar generándose un juego de ingenio y malentendidos con fugitivos y horcas de por medio.

La segunda historia es tan corta como deliciosa, y la destripo (tápense los ojos para no seguir leyendo) al revelarles que se trata nada menos que de la incursión furtiva y en persona del mismísimo Napoleón en tierras británicas para planear su invasión.

Los siguientes cuentos empiezan a mezclar temas amorosos con los relativos a maldiciones, encantamientos y aventuras. En varios de ellos, especialmente en el magnífico "Vecindad", la trama amorosa es el sustento de las historias. Hardy da un tratamiento contenido y profundo al amor entre sus personajes. Por una u otra circunstancia, no se revela a las claras y se convierte en el potente río subterráneo que riega sus historias. Son amores, si no imposibles, difíciles de realizar por el muy diferente tipo de vidas que llevan los implicados.

En "El predicador desconcertado", quedamos atrapados en el mundo de los contrabandistas de licores de la Inglaterra de la época de la mano de una protagonista femenina de fuerte carácter. Un joven predicador queda casualmente enredado en estas aventuras. Es una historia amable donde el narrador  nos propone claramente quedar del lado de los "delincuentes" frente a la policía fiscal de la Corona.

Lo que me ha sorprendido muy gratamente es la extraordinaria y precisa maquinaria narrativa de Thomas Hardy. El hilo de la historia, los personajes, los sentimientos, los paisajes, los desarrollos, el ritmo, van fluyendo con gran armonía y ligereza. Parece que todo sucediera con la necesidad del  curso de la naturaleza. Que no existiera otra forma de que sucediera, ni ninguna mejor de contarlo.

1 comentario:

Riforfo Rex dijo...

Me permito añadir que también es citado Thomas Hardy en Las Cincuenta Sombras de Grey -en al menos una de las cincuenta páginas que leí