jueves, 15 de octubre de 2020

La poesía y cosas así

Por lo visto no basta escribir poemas, o esas cosas que pretenden serlo, sino que además todos ellos deben formar un corpus. De no ser así el lector no encuentra el tono, se pierde entre piezas sueltas, o algo así, me parece entender. Y entonces, que a uno se le ocurra una idea que llevar a un poema y logre montar unos cuantos versos, cosa que parece harto difícil, no es más que la primera piedra puesta en un fantástico edificio. Que la piedra esté bien labrada y parezca buena no significa que junto a otras levante una obra sólida. Eso es harina de otro costal, amigo.

Se me ha propuesto que encuentre un hilo que conduzca a unos cuantos poemas por un camino común. Se me ha propuesto incluso el hilo: el ajedrez. Pues no. Ni así.

Primer intento: en la sexta partida del mundial de ajedrez de 1972 celebrado en Reikiavik entre Boris Spassky y Bobby Fischer el americano gana con gran juego. Boris Spassky, al final de la partida, y a pesar de todas las manías insufribles de su oponente en torno a detalles como la mesa, se une al público y aplaude con una sonrisa a su oponente. El gesto no gusta a la URSS oficial: al enemigo ni agua. 

Pretendo levantar un poema alrededor de ese Spassky. Admiro a un tipo así y no tanto a un Fischer maniático que, pensaba, usó armas psicológicas ajenas al tablero. Pero cuando repaso la biografía de Fischer empiezo a dudar de sus victorias. No tuvo padre conocido y su madre también abandonó el hogar, si se puede llamar así a un cochambroso apartamento en Brooklyn, cuando Bobby tenía unos 16 años. Aprendió solo de niño, leyendo las instrucciones, a jugar al ajedrez. 

Una vida que empieza así tiene pinta de derrota. Todas las demás victorias no pueden saber a mucho, pienso. O incluso que son inevitables. Cualquier esfuerzo, a poco que las dotes naturales ayuden, no puede escatimarse para obtener alguna victoria. Y así, de un punto de partida llegué a otro exactamente distinto. El  lector, ya está comprobado, no se entera de nada, tenga o no presentes las claves y las referencias de la final de 1972 y cierto conocimiento de ambos ajedrecistas. 

¿Es esto poesía? 

No sé.

No sé.

No sé.

3 comentarios:

Nieves Delgado dijo...

Demasiadas preguntas para un fenómeno intangible. Parafraseando a Pedro Flores, la poesía está en el aire, lo complejo es convertirla en un buen poema, y tu primer acercamiento al tema ajedrez me parece bastante digno.

Riforfo Rex dijo...

Como dice Roberto Begnini en El tigre y la nieve para escribir poesía solo hace falta una cosa TODO.

Juanjo Rodríguez dijo...

Va a ser que sí