domingo, 27 de septiembre de 2020

A la hartanza de mí

Frente a hartura o hartazgo, prefiero hartanza, que al parecer no existe. Y la prefiero (y doy la explicación aunque no me siento con la obligación de darla) porque las otras dos palabras están hechas ya, y rehechas, bizcochadas y casi quemadas de hornearlas en cocinas ajenas.

Esa hartanza que siento es la del tonto del espejo. Ese tipo, tan formal y tan estúpido al que se le va la vida acumulando un currículum que no mira ni Cristo. A qué preocuparse uno de ir vestido de primera comunión si se es (está palmariamente comprobado) TRANSPARENTE. Pero acaso, me pregunto, ¿no es ese tu sueño, melón? Debe ser que no, que aunque repita el salmo, no lo creo, y espero hacerme visible aunque sea parcialmente, una oreja nada más, o por el tiempo de un relámpago. ¡Qué mierda,no?

Y sigo leyendo, no sé para qué. Yo creo que leo con la esperanza del buscador de oro, que imagina filones, pero en el fondo sabe que con suerte encontrará como mucho unas pepitas. Y sí, de vez en cuando aparecen, pero a costa de un trabajo de chinos, una cosa de estar tirado horas en un sofá pasando páginas con esperanza languideciente. ¿Es esto vida? Y me pregunto más, ¿estamos al final del camino?

No, no estamos al final ni al principio de nada. Es sólo la astenia primaveral, el retorno al trabajo, y por sobre todo (qué me gusta este por sobre todo) el abrumador peso de los titulares de los periódicos. Causas tácticas todas ellas de mi flojera, muy personales, muy circunstanciales y no es que esté diciendo que redacten en exclusiva para mí los titulares de los periódicos, sino que yo me los tomo como lo que no son, augurios del fin del mundo. Son los prosaicos intentos de pobres humanos que sobreviven intentando llamar la atención de otros pobres humanos. Apelan a la catástrofe, y no es que la catástrofe no existiera ayer y haya nacido esta mañana, sino que viene siendo de siempre y aquí estamos, tapándonos cada día los oídos y apretando los dientes ante la explosión, cuando esto es un incendio, y ese olor a carne quemada es de mis pies, que llevan al fuego desde siempre.

2 comentarios:

Nieves Delgado dijo...

¡QUE HERMOSA TRAGEDIA!

"Bienaventurado Sófocles, que después de una larga vida
murió como un hombre feliz e ingenioso.
Hizo muchas hermosas tragedias.
Tuvo un fin agradable sin dolor alguno." Frínico

Juanjo Rodríguez dijo...

Un comentario que da mucho que pensar