martes, 25 de agosto de 2020

Las cosas quieren su sitio

En el yacimiento del Tendal (San Andrés y Sauces, Isla de La Palma) nos explicaron que con algunos objetos se enfrentaban al problema de la descontextualización. Unos bastones de madera fueron encontrados por personas no profesionales que los extrajeron de su lugar de origen. Aunque ahora están en manos de expertos se perdió para siempre su ubicación con respecto a los demás restos encontrados, lo que hubiera proporcionado pistas valiosas para conjeturar sus usos, simbología o funciones. Y pensaba yo, que disfrutaba de unos días de descanso en La Palma, cómo poco a poco he ido perdiendo interés por los museos en mis viajes, siempre pocos, por esos mundos de Dios. Lo achacaba a la edad, que nos va minando, y también a la sensación de avalancha al verme rodeado de tanto junto, inabarcable y enorme. Obviamente, en este caso, estoy pensando en grandes museos abrumadores como El Prado. Pero quizá, ahora que lo pienso, en los museos las obras están descontextualizadas, se convierten en una especie de mercancía en el escaparate de un pseudo centro comercial del arte y la historia. Quizá lo que digo es una barbaridad. Seguro que la intención museística es siempre buena y que es la mejor de las maneras, dentro de las posibles, de hacer el arte accesible a todos.

En la memoria tengo algo difuso un recuerdo que puede ser inventado y que no pienso comprobar aunque supongo que sería fácil hacerlo con algunas consultas en la red. Hasta ayer por la tarde, como quien dice, todo el arte era religioso o andaba dando vueltas alrededor de lo religioso. Creo que fue en Teruel, creo que fue en una iglesia con influencia mudéjar, que subí a unos pasillos laterales altos desde los que se podía apreciar muy de cerca el artesonado. Y creo que fue en esa iglesia que pasé después delante de un tríptico al que no hacían mucho caso dado que la estrella de la visita era el techo mudéjar. Se trataba de un óleo sobre tabla que parecía flamenco. Le pregunté al guía, creo recordar que me reafirmó en lo que pensé sin darle mucha importancia al asunto. La visita me pareció deliciosa. Tuvo una parte muy guiada y comentada, con el acceso a los techos que no hubiera sido posible de otra manera, y otra en la que deambulé por la iglesia a mis anchas. El placer de ver arte en su contexto, ahora que lo pienso, varios años después, gracias a la visita al yacimiento de El Tendal.

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