domingo, 24 de junio de 2012

Secuelas del apalabrados


La voz me ordenó: “Alcánzame los tetránculos”
Mi mano se alargó dubitativa.
“¡Los pofilostios no! ¡He dicho los tetránculos! Eso que parecen remiscilios.”
“Sí, eso. Tres. Échalos al pote mientras rezas un padrenuestro”
Mascullé una oración hecha de los trozos que recordaba.
“¡Reza bien, desgraciado, que vas a perjudicar la sopa!”
“Ahora, desde que hierva, lo rodomizamos hipercúteamente y listo. ¿Sabes cómo usarlo?”
No.
“Ella debe tomarlo, pero no de cualquier manera. Va con ostras, si no, no tiene efecto.”
¿Y cómo hago para que coma ostras?
“Eso ya es cosa tuya.”
“Usalo con prudencia. Todo el amor que provoca debe ser correspondido, si no, se transforma en odio devastador.”
Se fue.
Lo tiré por el retrete.

2 comentarios:

Rosy dijo...

Que sepas que he leído y me ha golpeado en seco, no me lo esperaba. Será cierto que cada uno lee como le da la gana.

Rubén Benítez dijo...

Digno del teatro del aburdo.