viernes, 18 de marzo de 2016
martes, 8 de marzo de 2016
Morteruelo

Pero
a lo que venía este texto, es a que, a pesar de mi franca
incapacidad para hacer amistades, y mi nula dedicación a la
conservación de las que no sé sabe cómo he hecho, tengo, de vez en
cuando, el detalle de traer para algún amigo una lata o un libro, de
los sitios a donde viajo. Trato que sean productos autóctonos, como
libros escritos en lenguas vernáculas o latas que parezcan contener
algo desconocido. Mi última importación es una lata de morteruelo,
que no sé lo que es, ni quiero saberlo. De la misma manera que no
pregunté cuando lo compré, no pienso mirarlo en internet, sino
entregarlo y punto, porque lo que importa es el gesto. Ese gesto de
alargar el brazo para dar lo que lleva uno en la mano. Y no pienso
mirarlo, además, porque con la misma es la cosa más corriente del
mundo y se consigue en el hiperdino de la esquina. Prefiero el
misterio y el hermetismo, en este caso.
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