martes, 1 de octubre de 2013

El camino del tabaco, de Erskine Caldwell



Los barriles de tabaco que durante decenas de años rodaron sobre un camino en los campos de Georgia le hizo adquirir la firmeza del asfalto. Con los años, desaparecerá el cultivo del tabaco, y también el del algodón que le sucedió, y llegará el tiempo de las hilanderías en las ciudades. Pero el camino del tabaco sigue allí, junto a familias de agricultores ancladas a la tierra, que se resisten a separarse de ella y quedan expuestas a la pobreza, el hambre y la enfermedad. Estamos a principios del siglo XX en un estado del Sur de Estados Unidos.

El escritor Erskine Caldwell sufrió el secuestro de sus libros y la censura, y por otro lado, paradójicamente, un gran éxito de ventas.

La historia de El camino del tabaco es simple, como sus personajes, que a la vista del lector podrían padecer cierto retraso mental. Este maltrato a sus personajes fue reprochado también a Caldwell.

La novela recuerda la ambientación de Las uvas de la ira. Tiempos en que una gran población campesina en Estados Unidos padeció un capitalismo salvaje en desarrollo que fue abandonando el campo. Los campesinos de Caldwell tienen que elegir entre quedarse donde siempre o emigrar a las hilanderías de la ciudad. Y eligen quedarse junto a la tierra.

De los muchos hijos de Jeeter Lester, los que han tenido un poco de luces han abandonado el hogar sin querer volver a saber nada de él. Han quedado junto al padre, su mujer, la abuela, la hija imposible de casar debido a su feísimo labio leporino y el varón más pequeño. A la hija más pequeña, de doce años, se la acaban de quitar de encima casándola con un vecino, con el que se niega a acostarse. Y el varón más pequeño se casa durante la novela con una dudosa predicadora mucho mayor que él, seducido no por ella, sino por el flamante automóvil que acaba de comprar con todos los ahorros que ha recibido en herencia de su difunto esposo.

Sin que el autor haga ningún tipo de valoración, presenta un panorama desolador. Los personajes rayan la animalidad, movidos por instintos básicos y mínimos, sin capacidad de decisión, ni de planificación. Pero, ¿tienen en sus manos algún hilo de su destino? Quiero creer que sí, pero señalemos que ni siquiera tienen los alimentos necesarios para desarrollarse. Son víctimas de la pelagra, por ejemplo, una enfermedad producida por la falta de vitamina B3.

Caldwell recurre al diálogo y la descripción de comportamientos y situaciones sin entrar en ningún tipo de valoración. Un estilo que se emparenta con el cine. Ricardo (enlace a su blog Sufro de Sueños) había llamado nuestra atención hace meses sobre una obra de Caldwell atípica, vanguardista, quizá experimental, que extrema esta reducción: El sacrilegio de Alan Kent

Como lector, no puedo acabar de entender, la “intención” de El camino del tabaco, sin considerar algunos datos biográficos del autor. Esto presupone demasiados puntos de partida: que una novela no es independiente de su autor, y que éste tiene una intención. ¿Demasiadas premisas? Quizá la cuestión es simplemente leer.


2 comentarios:

Rubén Benítez dijo...

Tiene muy buena pinta. ¿Son cosas mías o su autor, para mí desconocido,recuerda a Faulkner?
Me gustan mucho tus reseñas. Animan a leer esos libros que tan sabiamente comentas.
Además, como diario de lecturas personal, tiene muchísimo valor.

Juanjo Rodríguez dijo...

A mí si me recuerda Las uvas de la Ira de Steinbeck (no a La perla, o A un dios desconocido). No sólo por los campesinos y la pobreza, sino en algo más de fondo, de ambiente.
Desgraciadamente no conozco a Faulkner lo suficiente como para atreverme a hacer comparaciones, y bien que lo siento, no sólo por él mismo, sino por lo influyente que fue sobre la literatura de otros autores a los que admiro. Onetti, sin ir más lejos.
Gracias por el comentario.