Me siento en las
inmediaciones de una historia de Bolaño. A mi alrededor suceden
cosas a la distancia que padece un lector poco atento. Leo sobre
personajes enamorados, quizá de la misma mujer. O quizá de mujeres
distintas pero que pertenecen a la misma estirpe realvisceralista. La
barbarie que me forma me impide apreciar los matices de una lengua
que no puedo del todo conocer. Quisiera que fuera mi patria y sin
embargo es una herramienta robusta y oxidable. Mi duro oído no
alcanza a reconocer tonos sutiles. Me siento padecer una
alfabetización parcial de palabras castradas y miradas perdidas que
no se encuentran en mí. Intuiciones vagas por las que sospecho que
hay pasajes hermosos que se me esconden. O quizá esa misma vaguedad
sea la que hace que mi imaginación trabaje sobre sombras y luces,
como trabaja sobre las manchas de una acuarela. Quizá no esté tan
mal que entre escaque y escaque, bajo la mecánica dura de unas
formas pautadas, vaya mi imaginación sobreviviente insidiosamente
deshaciendo nudos y atando cabos.
Imagino que las paradas
de autobús en el México profundo están desoladas y al mismo tiempo
expuestas al sol. Última parada antes de adentrarse en el desierto a
la busca de una mujer que es el inicio y el fin. Y el autobús pasará
de largo y nunca conoceré a Cesárea Tinajero.
Siento una dolorosa falta de dolor.
5 comentarios:
Es muy personal, mucho más personal de lo que tu sueles escribir. Me gusta, me gusta la referencias a Bolaño, al ajedrez, a Cesárea Tinajero, a la consistencia de arenas movedizas que suele tener la realidad. Me gusta.
igual. Resalto que tiene un carácter intimista, que ya has puesto en otros textos, pero en este lo sorprendente es la carencia de ironía, o una ironía muy limada, como si estuvieras perdiendo el pudor de decirte.
Estimado amigo, te recomiendo vivamente la lectura de Murakami, para ser más preciso "Tokio Blues". Si ya te sientes un poco como en una novela de Bolañ, estoy seguro de que te identificarás rapidamente con Watanabe o Kizuki, aunque yo te recomiendo a Watanabe y sus multiples historias triangulares.
Abandoné "Kafka en la orilla" al tercio, o así. No creo del muy parecidos los gustos literarios de Calamardo y los míos, aunque a veces coincidan. Quizá lo intente...pero...no sé.
Estoy de acuerdo: en este se desnuda el autor sin ironías, con la dura carga de la existencia a cuestas.
Duro, como la vida misma.
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