miércoles, 30 de marzo de 2011

Tagoror

Tagoror vino a ser para los guanches el lugar de reunión para la toma de decisiones que afectaban a la comunidad. Un punto singular de la vida social, circular, delimitado por grandes piedras, provisto de otras que eran asiento para sus miembros. Este centro sigue existiendo en Fuerteventura con ese nombre. Es punto de convergencia de la literatura, los libros, lo libresco. En Puerto del Rosario, en la calle Virgen de la Peña está la librería Tagoror. Allí voy a parar como si me atrajera el poder de un maelstrom cada vez que paso por la isla. Y ustedes saben que hay librerías y librerías, y además, almacenes de libros. Allí, aunque no busques, encuentras. Es el lugar agradable de copas adonde vas a dejarte ver, a empezar a reconocer caras amables que te miran y manos que se van extiendo para saludarte. Con una pregunta rutinaria se inicia una conversación que deriva a los temas de los que sólo hablas con esos amigos entrañables de intereses comunes y tan poco comunes. En Tagoror, esos últimos amigos a los que saludé esta misma semana fueron Julio Cortázar, Sócrates a través de Platón, a su vez a través de Emilio Lledó, Mario Benedetti, Alberto Durero y Miguel Angel Buonarrotti. No hace falta que vayas a buscar a nadie a Tagoror. La literatura te encuentra y te aborda, y ten cuidado, quizás te arruine lo que queda de tu sueldo.


Es una gran librería grande. En cuanto al librero. Sé que hay unas chicas que te pueden ayudar y a las que recurría antiguamente. Ahora prefiero no molestar. Unas cuantas terminarles dispersas por la planta te ayudan en las búsquedas o a leer el código de marras de lo que hayas encontrado. Si buscas libros para tus hijos, hay de texto y juvenil; si buscas para tu amigo, hay novedades; para tu ligue, hay libros de portadas en relieve con parejas que se besan; para esa afición que inicias y pronto abandonarás, libros técnicos hay; pero por encima de lo que tiene que haber está lo que debe haber en una librería que se precie: un diario o libro mayor de la literatura universal que uno se va llevando poco a poco, con cada visita, como una hormiga. Sales de Tagoror sabiendo que te llevas en una bolsita cuarenta o cincuenta veces tu propio peso.

1 comentario:

Antonio Lino Rivero Chaparro dijo...

Ya veo que estás disfrutando de tus vacaciones y con buenos compañeros de viaje, me alegro mucho Juanjo. Dan ganas de echarse un salto y ponerse ciego en esa librería.

Un saludo.