domingo, 27 de junio de 2010

Despertar

Al alborear el día me desperté. La luz del sol había alcanzado la rendija abierta de la ventana y me había dado en plena cara. Boca reseca, olor a tabaco, ligero dolor de cabeza: me había vuelto a pasar con el vino, la cerveza y la cazalla. El peso que notaba sobre mi pecho era el del brazo cariñoso de una mujer dormida. No alcanzaba a ver su cara, que estaba vuelta hacia la pared, a medio tapar por una colcha de motivos abigarrados. Tenía tatuado un texto que pude reconocer como una cita del Martín Fierro:

"Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor;
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el sol.

Nací como nace el peje,
En el fondo de la mar;
Naides me puede quitar
Aquello que Dios me dio:
Lo que al mundo truge yo
Del mundo lo he de llevar."

Las noches, cada vez más frecuentes, en las que me dejaba llevar por la bebida y las compañías las acababa despertando en un laberinto del que escapaba de mala manera, casi siempre poco airoso. Alguna vez, con el culo en riesgo. No quería despertarla. Busqué en los versos, inmóvil, cualquier matiz o pista que me permitiera averiguar detalles. Era del Sur. Tapé mis ojos con la almohada y disfruté la presión del brazo desconocido sobre mi pecho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Más tarde desperté y ya no estaba. Oí ruido en el baño. Esperé, un poco nervioso. Recordaba la tetas, pero no más abajo...

Anónimo dijo...

¿no serás uno de esos tipos que desprecian a una mujer sólo porque tenga polla?