sábado, 7 de junio de 2025

¿Por qué poesía?

Este mono que somos ha conquistado altas cumbres y también se ha enfangado en la inmundicia de los valles de basura más pestilente.

Cuando me puede la desesperanza me pongo música de Weiss y busco en internet el autorretrato de Durero, que está en El Prado, o la Dama del armiño, en Cracovia. 

Necesito agarrarme a algo sólido como un surco profundo en la tierra húmeda en la que crecen las plantas. Alberto Durero superó el vendaval del tiempo. Leonardo, también,  e imagino las conversaciones entre el artista y Cecilia Gallerani mientras la retrataba para Ludovico Sforza.

Todo sucedió hace mucho, y esto me hace sentirme terriblemente viejo, absolutamente desubicado en mi tiempo. La poesía me consuela de este desapego que siento cada día más con lo que me rodea, este estar perdido entre tanta gente que corre y que no entiendo. No sé por qué hacen lo que hacen, no sé por qué gritan, no sé hacia dónde corren. No sé de qué huyen. No sé qué pretenden.


sábado, 26 de abril de 2025

Salvador Espriu, la poesía de la soledad.

 Biografía español. Salvador Espriu, dramaturgo y poeta ...He quedado atrapado entre los cipreses de Sinera, que es como decir, entre las palabras de Salvador Espriu, traducidas al castellano, en una edición bilingüe, por Enrique Badosa.

Podemos tocar con su poesía una sensibilidad firme como una roca, aunque parezca contradictorio. Este hombre, que dijo sufrir doblemente la guerra que le tocó vivir,  porque sufrió por ambos bandos nos dejó poemas que dejan en mí el regusto de una desesperanza con sosiego. Trabajó, como aquel Bernardo Soares, en una oficina, en su caso de una notaría, que imagino triste y sombría, durante 20 años. Pero acaso, ¿no son la lectura y la escritura solitarias y personales? ¿Quién nos acompaña por estos caminos de soledades?. Salvador Espriu.


Les dejo enlace a la lectura que hago de uno de sus poemas.


Una cerrada felicidad es muy propia de mi mundo

martes, 21 de enero de 2025

Rosario Castellanos


 Me inspiro en las palabras de José Emilio Pacheco, prologuista de la antología que manejé. Parezco querer entender que Rosario Castellanos dio un giro jugándose quizá la vida o la integridad emocional o la pertenencia social y encontró un camino propio que fue luego sendero para las poetas mexicanas. 

Para ubicarla en el tiempo, como siempre, dos cifras, 1925-1974. La resta de esas cifras, exigua, 49 años.

Para ubicarla en el espacio no basta México, inabarcable, sino que hay entrar al detalle de México capital, mero nacimiento por accidente, porque, volviendo a martillear sobre la manida cita a Rilke, hay que bajar la altura de nuestro vuelo para encontrarla en Chiapas, y bajar aún más hasta Comitán de Domínguez donde vivió su infancia y juventud. Su final ocurrió, muy lejos, en Tel Avid, como embajadora de México.


Pero todo esto es nada, diría el prologuista, porque nosotros no podemos encontrarnos a Rosario Castellanos en ningún café, en ninguna esquina recoleta, desapareció para siempre en 1974.

Nos queda conocerla toda en lo que dejó escrito, para nuestra fortuna.

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Enlace a uno de sus poemas